Ahora si, va la continuación de mis días.
Día 20: Nuevamente descansé súper
bien en mi bungalow y luego de buscar algo para el desayuno me vine a nadar un
rato a la playa más cercana. Estuve ahí buen rato, descansando y engordando la
vista por tanta belleza, siendo casi de pura exclusividad para mí ya que si
había tres personas en toda la playa creo que es mucho. Muchos quedaban en sus
hamacas paraguayas escuchando música o hablando entre ellos, yo disfrutaba de
lo que la naturaleza me regalaba en ese momento. Un clima genial, con un sol
suave y una brisa que refrescaba cuando empezaba a picar. Así estuve buen rato
tomando sol hasta que encontré la hamaca paraguaya de la playa libre y fue ahí
donde me dirigí con mis cosas. Puse un poco de música, Tan Biónica es una buena
compañía en cualquier sitio, y me relaje completamente casi hasta el punto de
dormirme. Pasado el rato, debía sacarme toda la arena así que marché a tomar
una ducha fresca y chatear un poco con quien esté conectado a las 3 am de
Argentina, y mi padre me estaba esperando, tuve suerte. Hablamos un poco,
mientras leía diarios y miraba algún video, cuando me sonó el móvil, era
Gustavo que decía que si no hacía nada vaya para la casa que estaba con su
amigo. Terminé lo mio, fui al restaurante de mi amigo el tailandés y alquilé
una moto Honda muy bonita (150B por día, más la botella de gasolina 40B), llené
el tanque de gasolina, aprendí el mecanismo de ella y fui a la casa de mi amigo
con mi nuevo vehículo. Cuando llegué, además de Alberto estaba Fernando, otro
madrileño buena onda, miembro de la peña (grupo) española que vivía en
Tailandia y se dedicaba al negocio de la ropa. Pues parecía que esto funcionaba
muy bien ya que todos hablaban de los planes que tenían con los diferentes
mercados y han podido quedarse viviendo años en este continente. Estuvo muy
bueno estar todos juntos ya que hablamos de muchas cosas como política
internacional, destinos, etnias, negocios, etc. Realmente el cambio de opinión
con personas de otro lugar del mundo y sus puntos de vista son apreciables para
conocer aun más las culturas. Al rato decidimos ir para la playa que está cerca
de mi alojamiento nuevamente, pero fuimos a un sector donde había más rocas y
corales. No me cansé de cortarme los pies, terminé bastante lastimado ya que el
filo que hay en ese sector es bastante. Con Gus y Nanin (Fernando) buscamos de
nuevo el objetivo de días anteriores, tratar de subir al faro y hacia ahí nos
dirigimos. Nadamos bastante y esta vez me cansé muchos menos, pero cuando quise
subir apoye mi pieza donde creo que había un erizo o algo que me pinchó mucho.
Más dolores para mis pies, coleccionaba lastimaduras. Igualmente me puse unos
zapatos que había llevado Nano y probé pero solo llegué a trepar algo sin
llegar a la cima. Al menos fue un avance, más delante seguiré intentándolo.
Volvimos y para esquivar las rocas debimos rodearlas llegando casi al sitio
donde queda mi habitación. Me puse a hablar con Beto y me bajó la presión,
había comido poco y mucho ejercicio, necesitaba otra ducha y algo energético
para tomar. Fui al 7Eleven, y cual fue mi sorpresa y el hombre del puesto de frutas que estaba al
lado me llamó y me dio las llaves que había perdido el día anterior, un
maestro. Así es la gente aquí, no toca nada que no sea suyo, puedo dejar la
moto en cualquier lugar con la plata y el casco puesto y a la vista que si vuelvo al rato lo
encontraré aún ahí. Volví, y Beto y Nano seguían en la playa. Hablamos más aún
y cuando tocamos el tema de la comida en los diferentes lugares del mundo se
nos abrió el apetito instantáneamente, así que partimos para probar las
delicias de nuestro amigo y su restó de comida hecha con amor, como decimos
aquí cuando vemos que la gente trabaja con empeño. Además notamos que es una
familia muy humilde que se dedica a eso y cuando estamos ahí se preocupan
totalmente por todo, si la comida está rica, caliente, pet (picante) o mai pet
(no picante). Nos gusta mucho. Pedimos tres curries, el famoso masaman, uno de
leche de coco con gambas o langostinos y verduras, y yo uno de curry de limón
con pollos y verduras, todo siempre con arroz. Estaba bien picante, casi me
muero, la dueña y su familia se reía pensando que estaba caliente, pero le dije
que estaba “pet”, ella decía que “mai pet” sino que “hot” (caliente) no más,
pero mi cara cada vez ardía más. Era muy chistoso, la peña probó el plato y me
dijeron que eso no era nada. Se notaba que venían viviendo hacía dos años en el
país comiendo de todo. Terminé una parte, como pude y cuando estuvimos listos
pagamos y nos fuimos. Yo para el 7E a comprar un agua y unos dulces y ellos
para tomar una ducha. Como todas las noches hay tormenta de rayos aquí, pensé
que solo sería eso, la lluvia nunca aparece generalmente, pero esta vez fue la
excepción. Así que si tenía planeado algo se esfumó. Encima sin internet justo
cuando estaba hablando con mis seres queridos, familia y amigos. También
intenté llamar por teléfono, pero parece no tenía el crédito suficiente para
hacerlo. Un poco aburrido ya a dormir.
Día 21: Cerca de las 11.00 hs
arrancamos con la peña hablando de todo un poco en la casa de Gus, que de paso
me dio unos regalitos que me mandó Mary, la profe de thai para mí. Les cuento
que las clases las abandoné, es que pensando que en algunos días me vuelvo y el
uso que le voy a dar no va a ser tanto preferí disfrutar el tiempo y el dinero
de otra forma. Por eso tras la charla, decidimos hacer un desayuno/almuerzo en
un puesto, o garito según los españoles, que visitamos bastante. Se especializa
en cosas a la parrilla (pollo y pescado) además de las típicas comidas thai.
Mis amigos, de buen estómago y acostumbrados a la vida de aquí, se pidieron dos
pescados, tres platos de pollo, y tres ensaladas picantes. Yo solo el pollo. Y
por últimos buscamos sticky rice (arroz pegajoso) para todos. Está bueno porque
se moldea con la mano y acompaña la comida haciendo lugar del pan, bastante
aceptable. Terminamos bastante llenos y tomamos las motos para ir pegarnos un
baño en alguna de las tantas playas que podemos elegir en toda la isla. Esta
vez fue el turno de Haad Yao, una playa tranquila a solo 30 m de la ruta y
cómoda para luego pegar la vuelta. Apenas entrar, las temidas piedras y corales
ya empezaron a cortarnos a todos, excepto a Nanin que tenía una zapas de
plástico muy bueno para caminar sobre superficies mojadas o rocas, y sobre todo
para no lastimarse. Como eso en Argentina no se consigue pensé en comprarme
unas para mi y otras para vender, viendo que podría ser un buen negocio. Ahí entonces
comenzamos a tocar diferentes posibilidades de trabajo de cada uno y demás.
Cuando se hacía la hora de las clases de thai de la peña, yo me volví al
bungaló ya que me iba a ir a jugar al futbol, o eso es lo que yo pensaba.
Sucedió que estuve más de una hora buscando la cancha donde practicaba el
equipo local, el Farang FC, y podían ir los extranjeros a jugar sin problemas.
Tomé la ruta correcta buscando la escuela de Ko Phangan pero nunca la encontré,
y los que me decían, en su pobre inglés, terminaron mareándome. Decisión final,
volverme al hostel. En el camino paré para hacer algunas fotos y luego me vine
a la playa que está cerca. Más tarde me entró hambre ya que solo había comido
ese pollo y algunas masitas, así que me fui a comer algo de mi amigo el del
restó. Pedí una especie de caldo de pollo con verduras cortadas (coliflor,
zanahoria, choclitos y tomate) con un agua chica (80B por todo). Cuando terminé
el perro motoquero quería que lo lleve a pasear en mi moto así que lo llevé
unos metros para risa de los demás comensales, y luego me fui al bungaló para
tirarme un rato con mi PC y luego descansar.
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