jueves, 3 de mayo de 2012

Ko Phangan


Día 17: Temprano arriba y sin desayunar para comenzar una travesía larga. Comencé yendo a tomar el bote cerca de las 8.00 hs a la costa este de Railay pero como la marea estaba muy baja caminamos unos 50 m por el barro hasta subirnos. Antes de llegar al otro puerto pasamos por la playa de Ao Nam Mao a buscar a una pareja de la India. Cuando bajamos subimos a una traffic que nos llevaría al centro de Krabi donde, para variar, esperaríamos una hora hasta que todos los que íbamos a la islas seríamos trasladados hasta Surat Thani. La espera terminó y luego de más de una hora de viaje llegamos a destino. Pero, por las dudas, teníamos que esperar una hora y media más para que nos busquen para llevarnos al puerto de Donsak. Mientras junto con un polaco que venía para Ko Pha Ngan como yo, salimos a buscar un kiosko para comprar tarjetas de recarga de mi número de teléfono en Tailandia y el un nuevo chip. Caminamos un rato hasta que encontré lo que quería, es que necesitaba llamar a mi amigo Gustavo, un español que vive en la isla e iba a buscarme en mi arribo. Llegó el bus, arriba y a mirar una peli, es que apenas la pusieron pensé que tenía más de 2 horas de viaje, y solo fue la mitad, o sea que luego me enteraré del final. Ya en el puerto nos dan los boletos y corremos hacia el muelle 3 para tomar el ferry que me llevaría hasta la isla, siempre con un calor terrible, nos sentamos en unos asientos aceptables y cómodos. Aún faltaban dos horas y media de viaje, y ya había perdido la cuenta de todos los cambios hechos entre la cantidad de transportes que había tomado. Comí solo comida chatarra, algunas papas con gaseosas mientras miraba peleas de muay thai y un programa estilo Talento Argentino en thai. Las cosas que uno hace en estos lugares con tal de llegar a donde uno quiere. Como anunciaba el folleto del ferry Raja, a las 16.30 hs locales tocamos puerto isleño, bajé entre la multitud, gran parte tailandesa, y me fui a un 7 Eleven a tomar un café helado y esperar que mi amigo me venga a buscar en su scooter. Se demoró un poco, ya que estaba tomando clases de idioma thai, algo que me interesó mucho debido a mi fascinación por los idiomas. Cuando llegó nos dimos un abrazo, ya que nos pareció muy loco que todo haya comenzado atrás como una relación cliente-vendedor de remeras de futbol. Entre tantas charlas tenidas me dijo que debía conocer Tailandia, y es por el que en gran parte estoy donde estoy hoy en día. Cargamos el equipaje en la motina (pequeña moto en vez de motito, como dicen los asturianos) y salimos en busca de mi alojamiento, ya que él se había alojado unas semanas antes. No sin perdernos en el camino, llegamos a destino. Me recomendó ese sitio porque yo le dije que buscaba tranquilidad y cuando estaba ahí no podía creerlo. Un bungalow de madera con dos hamacas paraguayas, una cama grande, ventilador, baño, wi fi en la habitación y, lo mejor, a solo 20 m del mar en una playa increíble, donde no viene casi nadie (200B diarios). Dejé mis cosas y Gustavo me llevó a conocer su casa, la cual está realmente muy buena. Hizo algunas cosas que debía hacer de su trabajo y nos fuimos a comer a un lugar tradicional cerca de la escuela de idioma thai, y justo cuando pasábamos por delante estaba Mary, la profe thai que me empieza a dar clases desde mañana y me pareció muy simpática. La comida que decir, exquisita sinceramente. Gus en su buen thai le pidió unos platos para que yo pruebe y la verdad que es lo mejor que probé en toda mi estadía hasta el momento. Los nombres de los platos no los sé, solo que era pollo con verduras fritas y en otro tazón curry rojo con leche de coco, pollo, papas y maní. Estaba “aloi” o muy bueno como decía nuestro anfitrión, es que el dueño me enseñó mis primeras palabras en thai. Fue cerca de hora y media que escuchaba como hablaban y me explicaban como a los nenes, señalando el objeto y diciendo la pronunciación, siempre en compañía de nuestro amigo el perrito motoquero, que ladra a las motos pero solo para subirse y pasear. Ya al final fuimos a comprar palillos y el “zumo de primavera”, una especie de yogurth que no sabemos de qué está hecho, pero que está bueno está. Me dejó en mi bungalow y luego de una ducha relajante con agua sucia aquí estoy dispuesto a dormir hasta que me levante el canto de algún pájaro.
Día 18: Último día del mes de abril y aún sigo aquí lejos en el sudeste asiático. Mañana relajada con un desayuno barato armado a base de café helado (24B) y medialunas con jamón y queso (16B) tomado en la playa. Cuando estaba por dormirme en la arena, me suena mi celular y era Gustavo, que si estaba en la playa lo esperase que iba para nadar un rato, y fue así que a los cinco minutos ya estaba ahí dispuesto a marchar al agua. Como se encontraba la marea baja, la costa se encontraba sucia por corales y caminamos más de 100 m para que el agua nos llegue a la cintura, obvio que siempre de color claro. Por suerte estaba bastante fría ya que se empezaba a sentir el calor a pesar de que en el cielo predominaban las nubes por sobre los rayos del sol, por lo que nadar estaba muy bueno. Decidimos ir hasta un faro que estaba a unos 200 m de la costa, así que de a poco empezamos a nadar, con la idea de subirnos por una cuerda, pero cuando llegamos la misma estaba cortada y nos fue imposible treparnos. Conformes igual por lo nadado nos volvimos y cuando hice de pie pude descansar un poco ya que estaba muerto de haber nadado. Siendo ya cerca de las 12.00 hs me fui a cambiar para ir a comer y luego a las clases de thai, así que con mi cuadernito nuevo y una lapicera ahí fui. Cuando llegué la profe Marry me presentó a Max, un ruso que vive con ella y luego comenzamos una introducción del idioma thai. Lo que me explicó al principio fue los 5 tipos de tonos que tiene esa lengua y como suena cada uno, y después de un rato pude decir todos los tonos lo que según ella no era poco ya que algunos tardan días de clases. Seguimos con algo de vocabulario y pronombres. Terminé armando frases y aprendiendo de a poco. Al final contraté 12 hs de estudio en 6 días de clases (2200B con descuento). Cuando salí me di cuenta que había perdido las llaves del bungalow y tuve que recorrer todo el camino hecho anteriormente para ver si las encontraba. No pasó nada pero me llamó Gustavo y me dijo que no me preocupe, que aquí la gente no se hace mucho drama. Mejor entonces volví para la recepción y cuando llegaba me asustaron unos gallos, me hicieron mirar al piso y ahí estaban tiradas mis llaves, cerca de mi alojamiento. Fue super. Ya ahí me volví un rato a la playa y me eché una siestita en la playa, hasta que las hormigas me despertaron. Con un poco de hambre me fui a comprar unas masitas, yogurth y agua. La tarde me la pasé escribiendo y estudiando un poco hasta que se hizo la hora de la cena. Ahí fui de nuevo de mi amigo que habla y me enseña algo thai también, es un grosso. Me preguntó como estaba y le pude responder, que es un gran avance. Luego me pedi un kai masaman curry con una naam lek o agua pequeña (todo 80B) que estaban de puta madre (según el español hablado por Gustavo). Ni bien terminé de comer vine para la habitación porque fuera refucila que parece que el cielo está por caer, y como el camino de acceso es todo de tierra prefiero resguardarme a tiempo.

Día 19: Levantándome más tarde que de costumbre, estaba en la cama cuando me llamó Gustavo para que vaya a desayunar con su amigo Alberto. La noche anterior me había acostado tarde, ya que me había quedado viciando al Angry Birds por Facebook y luego vi el derby inglés entre los Manchesters, City vs United, que bueno que los “ciudadanos” hayan ganado y estén por salir campeones. Valió la pena quedarse despierto. Volviendo a lo de antes, cuando llegué me encontré con mi amigo con Alberto, que en principio me pareció muy bueno, por suerte no me equivocaba ya que pudimos hablar mucho. Luego de que ellos desayunaran un revuelto de verduras fritas con maní y pollo asado, típico thai, nos subimos a las motos y nos fuimos a una de las playas que quedan al norte de donde estoy durmiendo, To Srithanu. Como siempre agua transparente pero super caliente, el sol estaba que pelaba. Ahí hablamos de todo con el español nuevo del grupo y hasta descubrí su fanatismo por el cordobés Yayo, el loco cantando “Te voy a romper el orto” en el medio de la playa de Haad Salada pensando que nadie entendía y las dos personas que había cerca eran argentinas, muy bueno estuvo. Tras esa situación chistosa, y de cortarnos los pies con los miles de corales que hay, nos fuimos los tres a ver una hamaca de madera que colgaba de un árbol, era una típica foto de revista de viajes, solo que mi cámara no la tenía conmigo, excusa para tener que volver a ese paraíso. Jugamos como nenes mientras la gente nos miraba, es que es difícil no sentirse uno cuando se encuentran estas cosas en un lugar de esas características. Ya cansados nos volvimos para cada uno hacer sus cosas, en mi caso me vine al bungalow a tirarme un rato. Más tarde me fui a comprar un yogurth y agua ya que no había comido nada, y esta vez sí, cuando volvía quise abrir y me faltaron las llaves, y nunca aparecieron. Caminé por los caminos que había tomado, estaba el mismo gallo y todo, pero no quiso que la encuentre, tal vez debía perderla. Cuando buscaba me encontré nuevamente con Gus y Beto en el restó de nuestro amigo, y obvio comiendo un delicioso Masaman Curry. Ahí les comenté y me dijeron que no me preocupe, que solo pague la multa (200B) y tome otra llave, y así lo hice. Me vino a buscar mi amigo para alquilar una moto a Merry, la profesora de thai, que por cierto ya no estudio más, pero ese es otro tema. La cosa fue que la moto no estaba porque el dueño justo la estaba usando. Igual fuimos al centro de la isla, Thong Sala para cambiar dólares y conocer un poco. No solo cambié dinero si no que también que probé cosas tradicionales en un mercadito muy lindo. Comencé con unas bolitas de pollo, estilo a las albóndigas, seguí por un batido de algo lila que no era nada que conozca con gelatinas al final y crema, chocolates y cereza de adorno encima. Y finalmente probé el fruto prohibido de Tailandia, prohibido para entrar en aeropuertos, hoteles y lugares cerrados. Es que el rey de todos los frutos según los tailandeses huele de una forma que mejor pasarle lejos, parece una especie de ananá gigante con muchos más pinches y un tronco grande arriba. Pero cuando lo abrimos encontramos una pulpa que se simila a un cerebro por decirlo de una manera. Lo vendían en paquetes y el mio costó unos 40B, nada casi para lo costoso que es esa fruta en otros sitios del país. Me dijeron que mejor compre poco porque es súper empalagoso. Nos apartamos un poco del mercado y Gustavo se dispuso a abrirlo despacio para luego cerrarlo y terminarlo en casa. Cuando lo corte parecía como tomar flan con la mano, se deshacía y su aroma era bastante peculiar, pero entonces que decir del sabor. Lo más parecido o conocido según mi parecer, fue que era similar a una especie de cebolla dorada que se pone dulce pero sin ser tan fuerte, y muy dulce. Todavía no logro definir si fue rico, pero si que fue único, porque el sabor y olor me acompaño durante rato largo. Está bueno, vale la pena probarlo ya que no se consigue en ningún lugar del mundo que no sea este país. En verdad, hay decenas de frutas de clima tropical que no sabría como  llamarles en Argentina. Una vez salidos de ahí nos fuimos a hacer compras a un supermercado cerca donde se llevaron de todo para la casa nueva que les dieron hoy. Un caserón hermoso, todo de madera, y cerca de donde vivo. Llegamos a la misma por un camino equivocado que erramos pero salimos más directo de pura casualidad. Ahí en la casa guardamos las cosas y luego Alberto salió un rato en su moto, lo que aprovechamos con mi amigo ya que no habíamos hablado tanto como queríamos, una charla bastante productiva. Luego me llevó a comprar algo de fiambre y pan, y de nuevo a mi bungalow. Contento por tener mi nueva moto para poder moverme más por la isla, me retiro al sobre. Será hasta mañana.

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